Autores: Cecilia Soldatini1, Yuri Vladimir Albores Barajas2,3, Horacio De La Cueva4, Fabio Favoretto5
1 Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada – Unidad Academica La Paz, Miraflores 334, La Paz, Baja California Sur, 23050, México. ORCID 0000-0002-8112-3162
2 CONAHCYT. Av. Insurgentes Sur 1582, Col. Crédito Constructor, Del. Benito Juárez C.P.: 03940, Ciudad de México.
3 Universidad Autónoma de Baja California Sur, Carretera al Sur KM 5.5. La Paz, Baja California Sur, México. ORCID  0000-0002-9255-4865
4 Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Carretera Ensenada –Tijuana 3918 Zona Playitas Ensenada, 22860 B.C. México.
5 Scripps Institution of Oceanography, University of California San Diego, 9500 Gilman Drive, La Jolla, CA 92093, USA.

 

Proteger una rana aparentemente «insignificante» y desconocida en una montaña remota de América del Sur o un ave marina que pasa su vida en alta mar es tan importante como salvar a la pantera de las nieves o un lobo mexicano. No todas las especies pueden ser protagonistas de titulares. ¿Cómo decidimos qué especies proteger?

Durante los días más críticos de la pandemia de COVID-19, nos familiarizamos con la palabra «triage», término que proviene del francés trier, «elegir o seleccionar». Este proceso implica clasificar a los pacientes en función de la gravedad de su condición, dando prioridad a quienes tienen mayores probabilidades de sobrevivir con tratamiento, mientras que aquellos con pocas posibilidades o que pueden sobrevivir sin intervención son relegados.

Este concepto de triage también se ha aplicado en la conservación de especies y hábitats (Martínez-Harms, Estévez, & Álvarez-Miranda, 2024), generando en los círculos de la conservación debates similares a los que enfrentaron los familiares de aquellos pacientes que no recibieron tratamiento. Los recursos para la conservación son limitados y, por tanto, inevitablemente se deben priorizar esfuerzos. Aunque pocas organizaciones quieren admitir explícitamente que han abandonado a ciertas especies, la realidad es que, en ocasiones, esta selección ocurre de manera implícita y, en algunos casos, con hipocresía. Incluso una alianza cuyo lema es «Cero extinciones» se enfrenta a sesgos geográficos y taxonómicos al identificar especies amenazadas. Aunque sus intenciones son nobles, es obvio que alcanzar esa meta es imposible debido a la abundancia de especies en peligro y la limitación de recursos.

Surge entonces la difícil tarea de elegir qué especies proteger y justificar esas elecciones. Los conceptos de especies «paraguas» y «bandera» son útiles, aunque tienen grandes limitaciones conceptuales y prácticas. Conservar a un depredador tope no garantiza la protección de todas las especies en el ecosistema: muchas especies tienen necesidades particulares en escalas espaciotemporales que difieren de las de los grandes depredadores, los cuales suelen ser oportunistas sin requerimientos ecológicos restringidos. A pesar de estas limitaciones, que siempre enfrentan los biólogos conservacionistas, la selección de especies prioritarias favorece desproporcionadamente a especies carismáticas, como elefantes, ballenas, gorilas, delfines, pandas y grandes carnívoros, que acaparan los recursos de conservación, aunque representen una fracción mínima de las especies amenazadas.

Como en todo triage, los criterios de selección son cuestionables, pero legítimos, siempre y cuando se declaren y justifiquen de forma honesta. Los criterios pueden privilegiar la importancia ecológica o cultural de una especie, su singularidad evolutiva, su valor simbólico o muchas otras consideraciones. Es legítimo que grupos de entusiastas se enfoquen en especies carismáticas, y también que grandes organizaciones busquen oportunidades de financiamiento o áreas de mayor interés para sus acciones.

Este tipo de triage, sin embargo, deja fuera a la mayoría de las especies no carismáticas, muchas veces desconocidas excepto para algunos expertos y los habitantes de las comarcas que comparten: las pequeñas, las reducidas a unos pocos ejemplares, las crípticas que nadie conoce por sus hábitos nocturnos o fosoriales, las que habitan áreas residuales de antiguos paisajes, o las que viven en lugares inaccesibles como islas remotas o en altamar. Estas especies suelen ser objeto de años de investigación por parte de laboratorios poco reconocidos y con fondos mínimos, que buscan entender su ecología, biología y comportamiento, así como las interacciones con los ecosistemas que habitan. Estos laboratorios se dedican a medir año tras año las variaciones derivadas de las exigencias ecológicas de estas especies y sus reacciones a la variabilidad ambiental.

Fotografía por Jorge Andrés Morales Rico

Algunos ejemplos incluyen estudios detallados del bobo de patas azules (Sula nebouxii) en la isla Isabel, liderados por el Dr. Hugh Drummond y colaboradores de la UNAM; la gaviota ploma (Larus heermanni) en Isla Rasa, bajo la dirección de la Dra. Enriqueta Velarde de la UAV; y los estudios de cómo el cambio climático afecta a la pardela mexicana (Puffinus opisthomelas), del Laboratorio de Aeroecología Marina de CONAHCYT-UABCS y CICESE. Estos proyectos ilustran cómo investigaciones detalladas pueden sustentar decisiones de manejo y acciones de conservación eficaces.

México, un país megadiverso con una biodiversidad deslumbrante, enfrenta desafíos particulares para enfocar acciones de conservación. Cuando se trata de ambientes marinos, la tarea se complica aún más: ¿cómo identificar las áreas prioritarias para la conservación en esa vasta extensión azul?

El ejemplo de las pardelas mexicanas ofrece una guía. Rastrear aves marinas pequeñas, como las pardelas de Isla Natividad, BCS, utilizando dispositivos satelitales ha revelado información clave sobre su ecología. Estos estudios han mostrado comportamientos como el baño al dejar la isla, las siestas flotando tras alimentarse y la diferenciación de áreas de alimentación según el sexo, estrategias que les permiten afrontar condiciones adversas como los eventos de El Niño, también la exposición a los contaminantes en las áreas de alimentación costeras y sus efectos en el metabolismo (Soldatini et al., 2019; Soldatini et al., 2023; Soldatini et al., 2021; Soldatini et al., 2020). Estos hallazgos nos permiten definir áreas específicas del océano que funcionan como refugios esenciales para las pardelas y otros depredadores marinos.

Gracias a estas investigaciones, hemos podido delinear polígonos en el océano que, aunque invisibles y sin protección específica, son esenciales para estas especies. Estos polígonos caen parcialmente dentro de áreas naturales protegidas, pero no tienen medidas específicas para la protección de las especies dinámicas que dependen de ellas, exponiéndolas a amenazas como la captura incidental y la contaminación (Dias et al., 2019; Soldatini et al., 2022).

La investigación puede así mejorar la eficiencia del triage de conservación, no solo en la selección de especies sino, crucialmente, en la identificación de los elementos espacio-temporales y nichos fundamentales a proteger. De esta forma, cuando se aplique un triage, se podrá minimizar la cantidad de especies y hábitats excluidos, y asegurar que las estrategias de conservación aplicadas sean las más adecuadas.

 

Referencias bibliográficas

Dias, M. P., Martin, R., Pearmain, E. J., Burfield, I. J., Small, C., Phillips, R. A., . . . Croxall, J. P. (2019). Threats to seabirds: a global assessment. Biological Conservation.

Martínez-Harms, M. J., Estévez, R. A., & Álvarez-Miranda, E. (2024). Conservation triage in action: Planning, governance and knowledge co-production for biodiversity protection. Journal of Applied Ecology, 61(10), 2328-2334. doi:https://doi.org/10.1111/1365-2664.14763

Soldatini, C., Albores-Barajas, Y. V., Ramos-Rodriguez, A., Munguia-Vega, A., González-Rodríguez, E., Catoni, C., & Dell’Omo, G. (2019). Tracking reveals behavioural coordination driven by environmental constraints in the Black-vented Shearwater Puffinus opisthomelas. Population Ecology, 61(2), 227-239. doi:doi:10.1002/1438-390X.1024

Soldatini, C., Albores-Barajas, Y. V., Rosas-Hernandez, M. P., Handley, J., Beal, M., Dias, M. P., & Dell’omo, G. (2022). A novel combination of methods identifies priority conservation areas for an endemic California Current seabird. Aquatic Conservation: Marine and Freshwater Ecosystems, 32(9), 1416-1427. doi:https://doi.org/10.1002/aqc.3855

Soldatini, C., Rosas Hernandez, M. P., Albores-Barajas, Y. V., Catoni, C., Ramos, A., Dell’Omo, G., . . . Chimienti, M. (2023). Individual variability in diving behavior of the Black-vented Shearwater in an ever-changing habitat. Science of The Total Environment, 880, 163286. doi:https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2023.163286

Soldatini, C., Rosas Hernandez, M. P., Albores‐Barajas, Y. V., Bambini, G., Munguia‐Vega, A., Giambalvo, G., & Dell’omo, G. (2021). Carry‐over effects of environmental stochasticity of the California Current on body condition and wing length of breeding Black‐vented Shearwaters (Puffinus opisthomelas). Ibis.

Soldatini, C., Sebastiano, M., Albores-Barajas, Y. V., Abdelgawad, H., Bustamante, P., & Costantini, D. (2020). Mercury exposure in relation to foraging ecology and its impact on the oxidative status of an endangered seabird. Science of The Total Environment, 138131.

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por coscyt