Redes de colaboración y asociatividad territorial para el desarrollo regional-local: Una reflexión sobre la pertinencia en el municipio de Mulegé, Baja California Sur

Emmanuel Picasso Salazar1, Profesor-Investigador del Departamento Académico de Economía. Universidad Autónoma de Baja California Sur (e.picasso@uabcs.mx).

La asociatividad territorial es un proceso considerado como elemento clave para incentivar el desarrollo económico a través de la interconexión entre distintos sectores y actores. A partir de esta estrategia de vinculación se impulsan las complementariedades de las partes, generando así oportunidades para su inserción en las cadenas de valor, gestión comunitaria e integración del territorio (Moncada, et. al, 2021).

Estupiñán, (2013), sustenta que la asociatividad territorial actualmente está ligada con otros tantos fenómenos presentes en las entidades, como son la combinación entre lo público y lo privado, así como alianzas entre Estado, sector privado y sociedad civil. En este sentido, se entiende a este proceso como un elemento que permite reordenar un territorio bajo un enfoque participativo a partir de una red de colaboración entre actores de diversas índoles con la finalidad de mejorar la calidad de vida de una región determinada.

Este fenómeno presenta su origen al trasladar las funciones de gobiernos regionales o locales al tema de la gobernanza, esto al comenzar a involucrar a los actores clave o partes interesadas dentro de la planificación del territorio, siendo incluidos mediante consultas para la toma de decisiones de los organismos públicos, considerándolos como entes activos dentro de la formulación de planes de desarrollo y políticas públicas (Ceballos y Restrepo, 2022).

Derivado de las cambiantes dinámicas sociales, económicas, culturales y tecnológicas que se han presentado a partir de la globalización que surge en la década de 1980, así como los retos a los que se enfrentan las economías más vulnerables al no poder competir en una escala global, surgen estas estrategias de colaboración entre actores locales para, en conjunto, fomentar la innovación y la competitividad para posicionarse en escalas globales surgiendo desde lo local. En este sentido, el origen de la asociatividad y las redes de colaboración es considerada como vía para el desarrollo en las regiones menos favorecidas.

Para países en desarrollo, como lo es México y América Latina, estos mecanismos de desarrollo regional-local han sido la respuesta para estos escenarios, dando inicio a procesos dentro de las regiones que los llevan a optar por un dinamismo participativo entre ellos (encadenamientos productivos, cooperativismo, asociatividad) (Vargas, 2019), priorizando el desarrollo en regiones que, por su limitada capacidad a nivel global, apuestan al capital territorial (sistemas productivos locales, recursos naturales y culturales, conocimientos, sociedad) (Sánchez, 2020) para contar con su propia forma de competir, ya que, si bien es cierto no figuran del todo en escalas globales, será mediante la endogeneidad del territorio donde descansen una correcta organización multidimensional y multi actoral, que les brinde una estabilidad económica, social, territorial y ambiental (Rosales, 2007). En este sentido, se encuentra que las redes de colaboración para la asociatividad territorial tienen una estrecha relación con el desarrollo económico local, ya que esta modalidad incluye a la articulación entre sectores productivos como una de las aristas que servirían de base para tejer una red de participación donde se llegue al mejoramiento de la calidad de vida del territorio.

En el siguiente gráfico se presenta cómo se conforma una red de colaboración y asociatividad multi-actoral entre actores pertenecientes a un territorio, los nodos (puntos) son las partes interesadas, y las líneas, las relaciones-asociaciones entre ellos.

Fuente: Tomada de Benítez et al., (2022).

El desarrollo económico local se encuentra centrado en un proceso donde se da una reestructuración u ordenamiento con miras a un mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad territorialmente presente. Así mismo, la Federación Española de Municipios y Provincias, citado por Güidi (2016) argumenta que se trata de una política de carácter multidisciplinaria que busca generar la integración de un territorio que culmine en un desarrollo. Finalmente, Antuaño et. al. (1993) centran el concepto de desarrollo local en una acción de carácter integral que surge de un común acuerdo entre los habitantes involucrados donde la prioridad es impulsar el desarrollo de la localidad mediante la valoración de los recursos endógenos, todo esto en un diálogo con tomadores de decisiones económicas, sociales y políticas.

Por su parte, Boisier (2001), argumenta que este tipo de desarrollo lleva una escala más profunda que el de una región, pues es importante, para hablar de localidad, tener una óptica que parta desde lo interior hacia lo exterior, llevando así en su andar beneficios locales que en su momento tengan impactos a nivel región.

En este orden de ideas, el desarrollo territorial-local será entendido como una meta a la cual se desea llegar a partir de la asociatividad de los actores que se encuentran dentro de un determinado territorio a partir de la generación de un sistema productivo local. El proceso para ello nace de las estrategias alternativas para el desarrollo económico interno y propio de una localidad que permite, a partir de un análisis endógeno, detectar y encadenar a sus cadenas productivas y que esto se traduzca en una red de beneficios socioeconómicos y ambientales que impacten directamente en la calidad de vida de los actores involucrados, creando así nuevas rutas de autogestión para las comunidades sub-desarrolladas a partir del aprovechamiento de los recursos existentes (Rosales, 2007).

Diagrama

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En la siguiente ilustración se muestran los cinco elementos que orbitan al desarrollo territorial-endógeno y cómo estas se configuran bajo un proceso asociativo.

Fuente: Tomada de “Buen Gobierno Local”.

Por otra parte, la situación particular del municipio de Mulegé, en el norte de Baja California Sur, es de rezago y vulnerabilidad, ello generado a partir de variables a nivel estatal y municipal, mientras que la primera se trata de una concentración poblacional y de inversión, así como una centralización y polarización sectorial-territorial en la región sur de la entidad. A nivel interno se hace ver que dicho municipio no presenta un ejercicio de asociatividad territorial que culmine en una estrategia de desarrollo regional que busque revertir la situación descrita. Es decir, individualmente sus sectores económicos dinámicos están adentrados en la actividad extractiva (pesca, minería y agricultura), y son, individualmente de relevancia estatal y nacional, como la Exportadora de Sal en Guerrero Negro, la pesca en la pacífico norte, la agricultura en el Valle de Vizcaíno, sin embargo, carece de cohesión en lo que a asociativo se refiere, esto al no existir una relación entre ellas mediante una actividad de enclave, es imposible asociarlas.

A manera de reflexión se señala que será importante en este sentido el buscar asociatividades territoriales hacia dentro de Mulegé (fuerzas centrípetas), lo que le dotará elementos de relaciones para encadenamientos que culminen en el fortalecimiento intersectorial al tomar fuerza de los sectores económicos posicionados, elevando al sector menos dinámico, es decir el terciario, para llevar a una integración funcional. En este orden de ideas, si bien es cierto la tercerización o turistificación del estado es un efecto irreversible, será importante entonces tomar éste como punto clave que permita a los demás sectores sumarse a él para crecer de la misma manera.

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