Estudiante: Biol. Rocío Andreu Espinosa
Asesor de tesis: Dr. Pablo del Monte Luna
Institución: Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR), Instituto Politécnico Nacional
En 1938, con el mundo al borde de la Segunda Guerra Mundial, ocurrió uno de los hallazgos científicos de la década. En la costa de Sudáfrica, un capitán de barco descargó un pez de aspecto arcaico que desconcertó incluso a los pescadores más expertos. El animal fue donado al East London Museum, donde la curadora Marjorie Courtenay-Latimer lo reconoció como un espécimen extraordinario; contactó al ictiólogo aficionado, L.B. Smith quien, al observar las descripciones, quedó atónito, pues aquel pez encajaba con un grupo que se creía extinto hace 75 millones de años: los celacantos (Figura 1).

Este tipo de redescubrimientos ilustran cómo la percepción sobre las extinciones puede ser errónea, especialmente en el ambiente marino, pues localizar a las especies en un hábitat tan extenso, variable y hostil al humano, puede asemejarse a buscar una aguja en un pajar. Algunas especies escapan a la observación humana incluso durante siglos, llevándonos a preguntar si hay especies que se han extinguido realmente o solo están fuera de nuestro alcance.
Estudiar la extinción global de una especie, o incluso la desaparición de una población, constituye un enorme desafío, pues puede requerir décadas de investigación y mucha logística. El océano es súper dinámico y sin fronteras claras, donde los animales pueden desplazarse constantemente en tres dimensiones. Nuestro limitado acceso a este medio se refleja en menos especies descritas en comparación con las terrestres, y en la carencia de datos. Por ello, la ausencia de un organismo marino en cierto lugar, no siempre significa que ha desaparecido permanentemente: la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.
La dificultad de estudiar organismos marinos en su hábitat puede subestimar o sobreestimar la velocidad con la que se extinguen las especies. De hecho, declarar en falso extinciones a partir de información deficiente, se conoce como ¨error tipo Romeo¨, aludiendo a un pasaje de la obra de Shakespeare, donde Julieta exclama: «¡Romeo, Romeo!, ¿dónde estás que no te veo?», mientras Romeo solo está escondido detrás de una maceta. La analogía con las extinciones está en que, cuando no se encuentra una especie, puede deberse a que no se le busca dónde y cuándo suele estar. Si las especies eventualmente reaparecen, o las cifras de extinción son menores a las anunciadas, se afecta la credibilidad en la información científica y, como consecuencia, pueden reducirse los fondos destinados a la proteger la biodiversidad.

En 2003, se reportaron 133 casos de desaparición de poblaciones y especies marinas en los últimos 2,000 años. Sin embargo, en 2007, un estudio más minucioso encontró que en la mitad de esos casos, las especies aún existían o no había datos suficientes para confirmar su extinción. Desde entonces, no se había llevado a cabo otra evaluación exhaustiva, caso a caso, de extinción de especies y poblaciones marinas. En 2016, se reportó que habían desaparecido 150 poblaciones de varias especies marinas, y en 2023, una revisión de la literatura identificó más de 800 casos de extinciones marinas (Figura 2). Esta revisión, no obstante, fue semiautomatizada, es decir que mediante un programa computacional se analiza el resumen de un artículo y, a discreción del investigador, el mismo programa analiza el resto del escrito. Esto resalta la necesidad de investigaciones que impliquen una búsqueda exhaustiva de información caso por caso.
Nuestro estudio busca evaluar individualmente los reportes de extinciones locales, es decir, de poblaciones de una especie, para determinar si, efectivamente, son casos válidos de desaparición o si corresponde clasificarlos como “probablemente extinto” o definitivamente “no extinto”. Para ello tomaremos una muestra de los casos reportados y los analizaremos utilizando dos métodos. El primero es un sistema de evaluación diseñado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que calcula la probabilidad de extinción de una especie considerando amenazas, registros de presencia e intentos fallidos de avistamiento. Este método clasifica un caso como extinto, probablemente extinto o aún existente.
El segundo método es un sistema de evaluación en el que se analiza cada caso sopesando la identidad taxonómica de la especie/población declarada como extinta, esfuerzo de búsqueda, distribución biogeográfica, amenazas y registros históricos. Finalmente, el sistema clasifica cada caso de forma similar a la UICN. Una vez obtenidas las evaluaciones de cada sistema, se compararán entre sí y se concluirá si los reportes de extinciones reflejan una pérdida real o si se cometió el error tipo Romeo. Esta aproximación podría orientar más eficientemente los recursos de conservación y se tendrán datos más confiables para las estimaciones de la tasa actual de extinción de la vida marina.
Referencias bibliográfica
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