Autores: Marlis Acela Campdesuñer-Lorient, Marcial Trinidad Villalejo-Fuerte, Leonardo Andrés Abitia-Cárdenas y Julio Cesar Martínez-Ayala
Instituto Politécnico Nacional, CICIMAR, La Paz, Baja California Sur, México. C.P. 23096. (mcampdesunerl2400@alumno.ipn.mx)
En la vida, como en el mar, somos lo que comemos y lo que consume un organismo marino puede revelarnos mucho más de lo que imaginamos.
Si has estado en Santa Rosalía, Baja California Sur, seguramente has escuchado hablar del pargo coconaco (Hoplopagrus guentherii), un habitante de los fondos rocosos del Golfo de California que se extiende hasta las costas de Perú. Muchos lo reconocen por su valor gastronómico o por ser un objetivo frecuente en la pesca ribereña y deportiva. Pero pocos saben que este pez, en apariencia común, es en realidad el único representante conocido de su género.
Su cuerpo robusto y comprimido lateralmente, sus mandíbulas poderosas con dentición especializada, y la combinación única de radios en sus aletas dorsales y anales lo distinguen claramente de otros pargos (Fig. 1). No tiene parientes cercanos: es una rareza biológica, un caso excepcional en la evolución marina. Y como toda especie única, tiene una historia que merece ser contada, en este caso, desde su estómago.

Figura. 1 Fotografía de pesca deportiva, pargo coconaco Hoplopagrus guentherii. Autor: Angling Baja, fotógrafo Santiago Ratti Denevi.
La dieta de un pez no es solo un menú de presas: es una ventana a su papel ecológico. Saber qué consume nos permite asomarnos a su comportamiento y revelar, no solo sus preferencias alimentarias, sino también dónde habita, cómo se desplaza e interactúa con otras especies.
En nuestro estudio nos propusimos entender justamente eso: ¿qué come? ¿cuánto? ¿cómo lo hace? Los resultados son tan interesantes como reveladores. Este carnívoro del fondo marino tiene un menú variado, pero hay un ingrediente estrella: el erizo Echinometra vanbrunti, una presa abundante en áreas rocosas de la región, que aparece con notable frecuencia en su alimentación.
También se alimenta de crustáceos, moluscos, peces pequeños y otros invertebrados. Esta diversidad indica que se trata de un depredador eficiente, que siempre está al acecho sobre el lecho marino. Además, su dieta no es estática, varía según la época del año, el sexo del individuo o su etapa reproductiva. Estos patrones nos ayudan a entender cómo ajusta su alimentación frente a cambios ambientales y cómo aprovecha los recursos disponibles (Fig. 2).

Figura. 2. Pargo coconaco en su área de alimentación. Fotografía cortesía: Seakret Divers Costa Rica.
Pero hay más: el coconaco cumple una función clave en la dinámica energética del ecosistema costero. Al alimentarse de distintos grupos, contribuye a regular la abundancia de múltiples especies. En este sentido, actúa como puente entre los niveles bajos y altos de la red trófica, desempeñando un rol esencial en el equilibrio ecológico.
Todo esto lo aprendemos simplemente al observar lo que come, y este conocimiento, lejos de quedarse en el laboratorio, es vital para su conservación y manejo responsable. Entender su biología ayuda a proteger no solo a esta especie, sino también a las comunidades que dependen de ella.
Este pargo no es solo parte del mar: es parte del entramado social, cultural y ecológico tanto en el ámbito regional como nacional. Esta especie es ampliamente valorada por su consumo, debido al excelente sabor y textura de su carne que permite una variedad de preparaciones culinarias. Habitualmente se comercializa fresco, ya sea entero o en filete, con precios que varían entre 80 y 100 pesos por kilogramo en playa y entre los 150 y 200 pesos en pescaderías y supermercados.
Además, este es uno de los pescados más fácil de preparar, y su sabor es realmente delicioso. Los pescadores locales recomiendan su consumo con un toque de sal y pimienta para resaltar su sabor natural. Aunque definitivamente son muy variadas las formas de prepararlo; se puede freír, hornear, asar a la parrilla o a la plancha, cocinarlo al vapor o bien prepararlo como un rico ceviche o chicharrón de pargo (Fig.3).

Figura. 3. Caldo de pargo coconaco, Fotografía cortesía Dra. Victoria Cota Talamantes.
Por todo lo anteriormente señalado del pargo coconaco, el difundir su historia es valorar nuestra biodiversidad y recordar que la ciencia también se construye con curiosidad, paciencia y por qué no, con apetito por conocer y descubrir cosas nuevas.
