“Somos lo que comemos: Los secretos de la dieta del lobo marino de California en Bahía Magdalena”

Zaira Valverde Campos1*, Tatiana A. Acosta-Pachón1

1Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS). Departamento Académico de Ciencias Marinas y Costeras. Boulevard Forjadores s/n, Col. Universitario. La Paz, Baja California Sur. 23080, México.

*zairav_19@alu.uabcs.mx

Introducción

Alguna vez hemos escuchado la frase popularizada por el filósofo alemán Ludwig Feuerbach “Der Mensch ist, was er isst”, en español “Somos lo que comemos”, que fue retomada por científicos para explicar cómo los nutrientes que consumimos se integran a nuestro cuerpo. Y de la misma forma, lo que nos constituye a todos como seres vivos, se encuentra a nuestro alrededor en forma de elementos que siguen su propio ciclo para que la vida continúe. Y ¿qué pasa si esta misma idea la aplicamos a especies clave para los ecosistemas, como el lobo marino de California? No solo nos revelaría su dieta, sino también la salud de los océanos.

El lenguaje químico de la naturaleza

Todos los seres vivos estamos formados por los mismos elementos químicos básicos: carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, azufre y fósforo (CHONSP). Estos elementos circulan en el ambiente a través de ciclos naturales, y al ser consumidos a través del alimento, dejan un rastro en los tejidos de los organismos. Así, cuando se analizan estructuras como huesos, pelo, escamas, plumas o algún otro tejido conservado, pueden tener un registro de la composición química de lo que el animal ha consumido, y posiblemente tener una idea de en dónde lo ha comido.

Los lobos marinos: Vigías de los ecosistemas marinos

El Golfo de California y la costa occidental de la Península de Baja California Sur, especialmente en el complejo lagunar Bahía Magdalena-Bahía Almejas son conocidos por poseer los ecosistemas marinos más ricos y biodiversos del mundo. Siendo el lobo marino de California (Zalophus californianus) una especie centinela y sombrilla (Figura 1), porque nos ayuda a conocer la salud de los ecosistemas y al proteger a esta especie también se protegen todas las que se encuentran en interacción directa e indirecta con esta. Un ejemplo de lo que se puede saber al conocer su dieta son los cambios en las poblaciones de peces, la presencia de contaminantes o alteraciones en la red trófica. Pero ¿cómo estudiamos lo que comen?

Figura 1. Lobos marinos en la colonia de descanso de Isla Magdalena.

Las pistas ocultas en su cuerpo

Existen diferentes técnicas para conocer los hábitos alimenticios de los pinnípedos como lobos marinos o focas, una de ellas es analizando las estructuras duras no digeridas, como espinas de peces, picos de pulpos y calamares, exoesqueleto de crustáceos e inclusive fragmentos de algas, las cuales se encuentran en sus heces. De esta forma se pueden identificar de una manera muy precisa la alimentación de los organismos, ya que en algunos casos esas estructuras duras tienen características particulares que nos permiten determinar las presas de las cuales se alimentan, por ejemplo una estructura dura en los calamares y pulpos que se llama el pico (Figura 2), que básicamente es la mandíbula de estos organismos, permite establecer a qué especie pertenece. Asimismo, los peces presentan unos huesos en su oído interno los cuales permiten también la identificación de la especie a la que pertenecen, estos se denominan otolitos (Figura 2), y son como su huella dactilar.

Figura 2. Estructuras duras encontradas en las heces: a) Pico de pulpo b) Otolito de pez

Por otro lado, existe otra técnica a nivel molecular, que son los isótopos estables, los cuales son elementos químicos como nitrógeno o carbono, que están en todos los organismos, y que al consumir un organismo estos elementos permanecen en el cuerpo, por cierto periodo de tiempo, que puede ir desde días, semanas, meses o incluso años, dependiendo del tejido, y funcionando como un marcador químico. Para conocer la dieta de los lobos marinos estos marcadores químicos se obtienen del pelo o de sus vibrisas comúnmente llamadas bigotes, que son los tejidos de más fácil acceso. Los valores de carbono ayudan a estimar áreas donde se alimenta, es decir, revelando si se alimentan cerca de la costa o lejos de esta, debido a los procesos químicos y biológicos que se realizan en cada una de estas áreas; por otra parte, el nitrógeno, indica la posición en la trama trófico en la cual están, por ejemplo, si son depredadores topes del sistema en el que se encuentran.

Estas dos técnicas se complementan entre sí, dando una perspectiva más amplia y completa de las interacciones que tienen los lobos marinos en su alimentación. Ambas técnicas están siendo aplicadas en el estudio de alimentación en la colonia de descanso en Isla Magdalena de lobos marinos (Figura 1). Los resultados que se han obtenido indican que los lobos son especialistas en un tipo de presa, esto quiere decir que prefieren un tipo de presa particular sobre otro, aunque también algunos en ocasiones presentan consumo de otras especies. Las especies que el lobo marino consume principalmente son: peces como la sierrita o picuda, la merluza del pacífico, el pejerrey, la vaquita voladora, aunque también se alimenta de pulpos, cangrejos, langostas e incluso algas, aunque en una menor proporción que las demás presas. El hecho de que está especie se alimente de una gran diversidad de organismos, sugiere un ecosistema funcional y en buen estado, y un depredador con gran capacidad de adaptarse a diferentes hábitos alimenticios.

¿Por qué es importante este tipo de estudios?

Entender la dieta de los lobos marinos no es solo curiosidad científica. En una región dónde la pesca es vital para la economía local como Bahía Magdalena, conocer de qué especies se están alimentando estos mamíferos ayuda a:

  • Monitorear el equilibrio ecológico.
  • Detectar interacciones alimenticias entre los organismos que habitan esta zona.
  • Identificar contaminantes que podrían afectar a los humanos.

Conclusión

Los lobos marinos, como nosotros, “son lo que comen”. Su estudio es una ventana al estado y salud del océano y un recordatorio de que cada especie es una pieza vital en la naturaleza y protegerlos significa proteger nuestro futuro.

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