Los hongos marinos y nuestro futuro.

Carlos Alpuche-González.

Juan Manuel Lopez-Vivas

Universidad Autónoma de Baja California Sur, Departamento Académico de Ciencias Marinas y Costeras

En los últimos años los hongos se han popularizado y cada vez es más frecuente encontrarlos en productos de la cultura popular como videojuegos, series y documentales. No obstante, el conocimiento que tiene la gente sobre estos organismos suele limitarse a los hongos que producen cuerpos fructíferos grandes y relativamente fáciles de ubicar a simple vista. Los hongos microscópicos, a los que pertenecen los distintos mohos que contaminan nuestras frutas y verduras, suelen ser ignorados o despreciados al considerárselos seres nocivos y desagradables.

Aunque son muchos los microhongos que pueden causarnos perjuros, la mayoría se dedican a vivir descomponiendo los restos de materia orgánica en los suelos y no causan enfermedades a los humanos (Webster & Weber, 2007). De hecho, son muchos los que se han vuelto nuestros «aliados» y los cultivamos para producir medicamentos, suplementos alimenticios o bebidas alcohólicas. Ahora bien, existen ambientes con especies de hongos (entre otros muchos microorganismos) que aún no han sido descritas. Un ejemplo son los ecosistemas tanto acuáticos como marinos.

El estudio de los hongos en mares, lagos y ríos data de hace más de cien años (Cunliffe, 2023). Entre los pioneros es importante mencionar a Cecil Ingold, quien inició el estudio de los hongos en ambientes dulceacuícolas. Por su parte, en el estudio de hongos marinos destacan las figuras de Jan Kohlmeyer y Brigitte Volkmann-Kohlmeyer, quienes colectaron diversos especímenes en múltiples localidades alrededor del mundo (Money, 2002). En las décadas posteriores se incrementaron las metodologías para obtener hongos marinos en diversos ecosistemas de distintos océanos.

Según el sitio web marinefungi.org, se han descrito un total de 2251 especies de hongos marinos hasta el presente año (2025), un número mucho menor al de sus parientes terrestres. Esta diferencia se puede explicar parcialmente tanto por haber sido estudiados durante menos años como por habitar en un ambiente más complicado de muestrear. Es importante mencionar que las especies marinas presentan cuerpos fructíferos muy pequeños, por lo que resulta indispensable el uso del microscopio para su estudio (Cunliffe, 2023). La mayoría de los hongos en mares pertenecen a los phylum Ascomycota y Basidiomycota.

Imagen superior izquierda: ascoma (cuerpo fructífero) y esporas del hongo marino Torpedospora radiata. Inferior izquierda: ascomas de aproximadamente 300 μm de diámetro pertenecientes al género Lulworthia. Superior derecha: conidio del hongo Cirrenalia. Inferior derecha: espora del género Aniptodera con apéndices elásticos en las puntas. Fotos tomadas por María del Carmen González Villaseñor y Carlos Alpuche-González.

Pero, ¿en qué zonas de los mares habitan? Se han aislado ejemplares de sustratos tan diversos como madera, arena, conchas de moluscos, corales, esponjas, diatomeas, algas verdes y pardas etc. (Bonthond et al., 2022). Las funciones de estos hongos en los ecosistemas marinos son principalmente de tres tipos: simbiontes, parásitos y saprobios. Entre los primeros podemos usar como ejemplo algunas especies de endófitos simbiontes de algas clorofitas, rodofitas y ocrofitas, además de los líquenes marinos (Bonito, 2024). Respecto a los parásitos, muchas especies de organismos microscópicos (cianobacterias, zooplancton, ciliados etc.) y macroscópicos (corales, crustáceos, peces e incluso mamíferos) pueden verse infectadas por distintos hongos, los cuales aprovecharán a la especie hospedera para nutrirse (Ilicic & Grossart, 2022). Finalmente debemos mencionar a los saprobios, los cuales se encargan de degradar los polímeros complejos de la materia orgánica, como lignina, celulosa o quitina, y convertirlos en moléculas más pequeñas y sencillas de asimilar por otros organismos (Webster & Weber, 2007; Wong Chin et al., 2021).

Muchos lectores se estarán preguntando: ¿y para qué nos sirve estudiar los hongos marinos? ¿Qué tienen que puedan servirnos o interesarnos? Al igual que sus numerosos parientes terrestres, han sido utilizados para la producción de metabolitos, tanto primarios como secundarios. Muchas de estas sustancias inhiben microorganismos patógenos, ya sean bacterias u otros hongos. Algunas de estas sustancias son muy potentes, y pueden causar severas reacciones adversas en otros organismos, de manera que eliminan la competencia y facilitan el aprovechamiento de los nutrientes. También se han hecho pruebas para evaluar el potencial de distintas especies en dos áreas de interés ambiental: la primera para degradar hidrocarburos y poder minimizar el impacto de los derrames petroleros (Nogueira et al., 2024), y la segunda como degradadores de polímeros plásticos (Maestri et al., 2023; Mndlovu et al., 2024).

Actualmente, la Universidad Autónoma de Baja California Sur está iniciando el estudio de estos organismos. Estamos seguros de que en los próximos años aumentarán las investigaciones enfocadas en el estudio y aprovechamiento de los hongos en nuestros mares, los cuales, a pesar de su importancia ecológica, siguen siendo casi totalmente desconocidos por el público en general. De este modo la micología marina podrá brindarnos nuevas posibilidades tanto para combatir enfermedades como para disminuir el impacto ambiental.

Agradecemos el apoyo de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti) para llevar a cabo nuestras labores de investigación y divulgación.

Referencias

Bonito, G. (2024). Ecology and evolution of algal–fungal symbioses. Current Opinion in Microbiology, 79, 102452. https://doi.org/10.1016/J.MIB.2024.102452

Bonthond, G., Barilo, A., Allen, R. J., Cunliffe, M., & Krueger-Hadfield, S. A. (2022). Fungal endophytes vary by species, tissue type, and life cycle stage in intertidal macroalgae. Journal of Phycology, 58(2), 330–342. https://doi.org/10.1111/jpy.13237

Cunliffe, M. (2023). Who are the marine fungi? In Environmental Microbiology (Vol. 25, Issue 1, pp. 131–134). John Wiley and Sons Inc. https://doi.org/10.1111/1462-2920.16240

Ilicic, D., & Grossart, H. P. (2022). Basal Parasitic Fungi in Marine Food Webs—A Mystery Yet to Unravel. Journal of Fungi, 8(2), 114. https://doi.org/10.3390/JOF8020114

Maestri, C., Plancher, L., Duthoit, A., Hébert, R. L., & Di Martino, P. (2023). Fungal Biodegradation of Polyurethanes. In Journal of Fungi (Vol. 9, Issue 7). Multidisciplinary Digital Publishing Institute (MDPI). https://doi.org/10.3390/jof9070760

Mndlovu, H., Kumar, P., du Toit, L. C., & Choonara, Y. E. (2024). A review of biomaterial degradation assessment approaches employed in the biomedical field. In npj Materials Degradation (Vol. 8, Issue 1). Nature Publishing Group. https://doi.org/10.1038/s41529-024-00487-1

Money, N. P. (2002). Mr. Bloomfield’s Orchard : The Mysterious World of Mushrooms, Molds, and Mycologists.

Nogueira, O. M. N., Bernal, S. P. F., Peres, C. K., Boroski, M., & Passarini, M. R. Z. (2024). Isolation of marine-derived filamentous fungi and their potential application for bioremediation process. Brazilian Journal of Microbiology : [Publication of the Brazilian Society for Microbiology], 55(4), 3403–3412. https://doi.org/10.1007/S42770-024-01536-2

Webster, J., & Weber, R. (2007). Introduction to Fungi.

Wong Chin, J. M., Puchooa, D., Bahorun, T., & Jeewon, R. (2021). Antimicrobial properties of marine fungi from sponges and brown algae of Mauritius. Mycology, 12(4), 231–244. https://doi.org/10.1080/21501203.2021.1895347

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