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Sofia Aytana Verdugo-Moreno1; Guadalupe Moreno- Zuñiga2
1Universidad de Sonora Campus Cajeme, Blvd. Bordo Nuevo S/N, Departamento de Ciencias de la Salud. Ejido Providencia, 85199 Cdad. Obregón, Sonora, México.
2Instituto de Seguridad Social y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado. Calle Mar Caribe s/n, El Conchalito, 23090 La Paz, BCS, México.
La depresión está considerada como un padecimiento que en la actualidad puede afectar del 8 al 12% de la población mundial, convirtiéndose en una de las principales cargas de morbilidad entre la población de 15 a 44 años tanto en países emergentes como en desarrollo. Esta situación puede verse incrementada sustancialmente cuando la población referida es de adultos mayores, en la cual la incidencia de este padecimiento puede alcanzar valores hasta del 50% (Sabelino et al., 2023). Debemos considerar que estas cifras pueden estar subestimando esta problemática ya que su diagnostico es bastante complicado al tener un origen multifactorial que involucra aspectos psicológicos, sociales, genéticos y biológicos (Botto et al., 2014; Lanuza et al., 2022; Perez-Padilla et al., 2017). Uno de los principales retos del sistema se salud actual es el de realizar un diagnóstico certero y temprano tanto en su carácter crónico como temporal para así poder formular un tratamiento adecuado que generalmente es a largo plazo (Botto et al., 2014).

Figura 1.- Síntomas de la depresión. Tomado de Get Palliative Care (https://getpalliativecare.org/es/how-to-manage-anxiety-and-depression-when-living-with-a-serious-illness2022/).
Estudios recientes aportan evidencias de que a partir del año 2020 (pandemia-pospandemia) los índices de depresión, tanto en jovenes como en adultos, han mostrado un incremento significativo a nivel mundial. La depresión es un trastorno mental caracterizado por sentir una profunda tristeza, bajo estado de ánimo, baja autoestima, perdida de interés en todo y deterioro de la función mental. La depresión puede influir en el apetito y también en la elección de los alimentos. Por un lado, puede manifestarse como falta de apetito y de motivación para alimentarse, mientras que en otros pacientes o en otras etapas del padecimiento, los síntomas de depresión suelen asociarse con estados de ansiedad y actitudes que aumentan el deseo de consumir alimentos poco saludables como lo son postres, dulces, comida rápida y/o ultraprocesados (Segura-Redondo 2020). Estos comportamientos asociados al padecimiento naturalmente aumentan el riesgo de que los pacientes, además de padecer depresión, desarrollen trastornos secundarios de la conducta alimentaria u obesidad (OMS, 2020).
Para combatir este padecimiento existen tratamientos farmacológicos, aunque también se ha propuesto como alternativa adjunta al tratamiento primario optar por una buena alimentación selectivamente balanceada (Lassale et al., 2019) complementada con un estilo de vida saludable y ejercitado que son factores condicionantes de una mejora sustancial ante problemas de depresión (Duman 2018). Esta última opción ha cobrado fuerza a nivel mundial ya que recientemente se ha postulado la relación intestino-microbiota-cerebro en donde existe una relación bidireccional entre sus tres componentes (Garcia-Salvador et al., 2021).
En este sentido, es importante mencionar que la fibra dietética contribuye a mejorar las funciones inmunológicas e inflamatorias al influir en la microbiota intestinal, la cual se asocia con el estado de ánimo (Dhami, 2018), por lo cual su consumo podría ser otra opción coadyuvante en el tratamiento de la depresión.
En este mismo sentido, se ha observado que los mejores resultados obtenidos se han registrado cuando las dietas de los pacientes se complementan con una alimentación rica en Omega-3, flavonoides, antioxidantes de frutos rojos y resveratrol, ya que estimulan la neurogénesis, reduciendo la actividad oxidativa y el regulan el proceso pro-inflamatorio. Como se ha mencionado, no es suficiente la dieta balanceada y los complementos alimenticios (Firth et al., 2019) por lo cual es importante llevar a cabo un plan de actividad física acorde a la edad y condiciones del paciente (Ontiveros-Marquez, 2016; OPS, 2021).
De igual manera, Sabelino et al. (2023) mencionan que en su investigación encontraron claras evidencias que demuestran que el consumo de diversas frutas y verduras, así como de aves de corral y pescado disminuyen significativamente la presencia de síntomas depresivos en el adulto mayor.
En cuanto a la correlación entre la persistencia de la depresión y la dieta o hábitos de alimentación se ha mencionado (Oh et al., 2020) que esta conexión puede derivar de la baja ingesta de micronutrientes y/o macronutrientes ya que un déficit de estos elementos no solo se ha relacionado con trastornos depresivos sino también con diversos deterioros crónicos de la salud humana (Larsen et al., 2010, Lagiou et al., 2012; Wang et al., 2018).
De manera general, para combatir este tipo de padecimientos mediante el tratamiento nutricional se recomienda implementar una dieta del tipo mediterráneo ya que es rica en verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, aceite de oliva y pescados, alimentos que aportan los elementos nutricionales esenciales para este fin. Además, se recomienda aumentar la ingesta de alimentos con potencial antiinflamatorio y disminuir el consumo de alimentos ricos en grasas animales y azúcares, como lo son las carnes rojas y alimentos ultraprocesados (Vázquez Quishpe et al., 2023).
Alimentos que se recomienda consumir.
Omega-3: pescados grasos de agua fría (salmón, arenques, atún y sardinas), nueces y semillas (linaza, chía y nueces negras), aceites (linaza, soya y canola) y alimentos fortificados (huevos, yogurt, jugos, leche, bebidas de soya y formula infantil).
Flavonoides: cebolla, apio, espárragos, lechuga roja, col, alcachofas, tomates, brócoli.
Resveratrol: cacahuates, moras, arándanos, uva y vinos tintos.

Figura 2.- Dieta recomendada como auxiliar en el tratamiento de trastornos mentales.
Con base en las evidencias científicas publicadas podemos ser concluyentes en torno a la importancia de una dieta balanceada como un factor coadyuvante para evitar diversas manifestaciones negativas de nuestra salud, entre ellas la depresión y el deterioro cognitivo.
Estudios recientes (Ahmadnia et al.,2023) recomiendan la implementación de soluciones dietéticas como tratamientos secundarios nutraceúticos novedosos para combatir trastornos mentales como la depresión. Bajo esta concepción es importante mencionar que no podemos dejar atrás la farmacoterapia y técnicas psicológicas, por lo cual debemos proponer un sistema integrador en el tratamiento de la depresión. Otro punto a considerar es que este problema tiene un fuerte componente social por lo cual las políticas publicas deben implementar estrategias que incentiven el consumo de alimentos saludables en lugar de procesados o ultraprocesados. En este mismo orden de ideas, es fundamental aplicar políticas restrictivas de venta de alimentos “chatarra” y ultraprocesados en el sector educativo sobre todo de nivel básico que es en donde se adquieren los primeros hábitos alimenticios ajenos al hogar.
Dentro de las políticas públicas implementadas a nivel nacional para combatir este tipo de padecimientos se tiene la formación profesional de capital humano en las ciencias nutricionales quienes al egresar de sus facultades podrán implementar alternativas nutricionales balanceadas accesibles para los distintos sectores sociales de nuestro país y así combatir trastornos como el analizado en la presente investigación. Dentro de las múltiples opciones que tenemos para formarnos como profesionales de la nutrición se encuentra el Campus Cajeme perteneciente a la Universidad de Sonora, en el cual se imparte la licenciatura en Ciencias Nutricionales que egresa jóvenes profesionistas con una visión de desarrollar un enfoque multidisciplinario para abordar las necesidades de la población y contribuir en la mejora de su calidad de vida. De igual manera se tiene la misión de formar recursos humanos con capacidad para abordar la problemática de la alimentación con un alto grado de compromiso social.
Podemos concluir que existen evidencias científicas que indican que una alimentación adecuada puede generar un impacto relevante en la salud mental, sin embargo, es importante determinar el grado de utilidad de la alimentación como recurso terapéutico en pacientes con depresión, sin olvidar los tratamientos psicológicos y/o farmacológicos psiquiátricos.
Referencias bibliográficas
Botto A., Acuña J. & Jiménez JP. (2014). La depresión como un diagnóstico complejo: implicancias para el desarrollo de recomendaciones clínicas. Revista médica de Chile, 142(10), 1297-1305. https://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872014001000010
Firth J., Marx W., Dash S., Carney R., Teasdale SB., Solmi M. Stubbs B., Schuch F B., Carvalho AF., Jacka F. & Sarris J. (2019) ‘The effects of dietary improvement on symptoms of depression and anxiety: a meta-analysis of randomized controlled trials’, Psychosomatic Medicine, 81(3), p. 265.
Ahmadnia H., Bahrami H. & Mohammadzadeh S. (2023). Effect of Diet on Depression: A Review of Nutritional Solutions. World Nutrition. 14. 28-57. 10.26596/wn.202314128-57.
Dhami, P. (2018). A Review on Synergistic Relationship between Nutrition and Exercise in Treating Depression. Indian Journal of Health and Wellbeing.
García-Salvador A., Quintela-Antolinez S., Horrillo-Furundarena I., Aróstegui-Uranga S., Bilbao-Sevillano A., Villaran-Velasco MC., Meana-Martínez., J. & Goñi de Cerio F. (2020). Enfermedades mentales y nutrición saludable. Nuevas alternativas para su tratamiento. Revista española de nutrición comunitaria. 27(1).
Lagiou P., Sandin S., Lof M., Trichopoulos D., Adami HO. & Weiderpass E. (2012) ‘Low carbohydrate-high protein diet and incidence of cardiovascular diseases in Swedish women: prospective cohort study’, British Medical Journal, 344, p. e4026.
Lanuza F., Petermann-Rocha F., Celis-Morales C., Concha-Cisternas Y., Nazar G., Troncoso-Pantoja C. & Meroño T. (2022). A healthy eating score is inversely associated with depression in older adults: Results from the Chilean National Health Survey 2016–2017. Public Health Nutrition, 25(10), 2864-2875. doi:10.1017/S1368980021004869
Lassale C., Batty GD., Baghdadli A., Jacka F., Sánchez-Villegas A., Kivimäki M. & Akbaraly T. (2019) ‘Healthy dietary indices and risk of depressive outcomes: a systematic review and meta-analysis of observational studies’, Molecular Psychiatry, 24(7), pp. 965-986.
Oh J., Yun K., Chae JH. & Kim TS. (2020) ‘Association Between Macronutrients Intake and Depression in the United States and South Korea’, Frontiers in Psychiatry, 11, p. 207.
OMS (2020). Temas de salud: Depresión. Organización Mundial de la Salud.
Ontiveros-Márquez M. (2016). Depresión y Calidad de la Dieta: Revisión Bibliográfica. iMedPub Journals. Dio: 10.3823/1282.
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Pérez-Padilla EA., Cervantes-Ramírez VM., Hijuelos-García NA., Pineda-Cortés JC. & Salgado-Burgos H. (2017). Prevalencia, causas y tratamiento de la depresión Mayor. Revista biomédica, 28(2), 73-98. https://doi.org/10.32776/revbiomed.v28i2.557
Sabelino-Francia PJ., Avendaño-Gómez SN. & Bernabé-Ortiza A. (2023). Asociación entre el consumo de ciertos grupos de alimentos y síntomas depresivos en adultos mayores. Revista Española de Nutrición Humana y Dietética. 27(2) 106-114.
Segura-Arredondo P. (2020). Nutrición emocional: Relación entre la nutrición y los estados emocionales depresivos, Revisión bibliográfica. Master Nutrición y Salud, Universidad Oberta de Cataluña
Vázquez-Quishpe ET., Guanja-Lara VE. & Hidalgo-Morales KP. (2023). Abordaje nutricional en el tratamiento de la depresión, revisión bibliográfica. Ciencia Latina Revista Científica Multidisciplinaria. 7(3).
Wang J., Um P., Dickerman BA. & Liu J. (2018) ‘Zinc, magnesium, selenium and depression: a review of the evidence, Potential Mechanisms and Implications’, Nutrients, 10(5), p. 584.
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